martes, 8 de diciembre de 2015

(Ejercicios) CASTELLANO: ACENTUACIÓN

LA ACENTUACIÓN:

PRACTIQUEMOS…

1. Acentúa las siguientes palabras AGUDAS si es necesario:

Administrar
Accion
Ademas
Alinear
Altitud
Adiccion
Admiracion
Amistad
Animal
Arancel
Admision
Anis
Avion
Balcon
Bebe
Ascensor
Astral
Atril
Azul
Bailar
Boton
Cafe
Cajon
Calzon
Camaron
Camion
Barbaridad
Bedel
Beldad
Bondad
Borrador
ahi
esqui
mama
maniqui
puntapie
porque
rubi
sudi
Adios
aguarras
compas
cortes
Paris
Veintiseis

Veamos cómo ha ido el ejercicio anterior…

Administrar
Acción
Además
Alinear
Altitud
Adicción
Admiración
Amistad
Animal
Arancel
Admisión
Anís
Avión
Balcón
Bebe
Ascensor
Astral
Atril
Azul
Bailar
Botón
Café
Cajón
Calzón
Camarón
Camión
Barbaridad
Bedel
Beldad
Bondad
Borrador
ahí
esquí
mama
Maniquí
Puntapié
porque
rubí
saudí
Adiós
aguarrás
compas
cortes
Paris
Veintiséis

2. Acentúa las siguientes palabras llanas cuando sea necesario:

Antes
Vitales
Agil
Triceps
Ambar
Trebol
Tactil
Antes
Archivo
Virus
Trato
Base
Tortilla
Aspid
Azucar
Biceps
Simil
Record
Movil
Pesa
Perdido
Probable
Problema
Mina
Misa
Forceps
Carcel
Crater
Cesped
datil

Veamos cómo ha ido el ejercicio anterior…

Antes
Vitales
Ágil
Tríceps
ámbar
Trébol
Táctil
Antes
Archivo
Virus
Trato
Base
Tortilla
Áspid
Azúcar
Bíceps
Símil
Record
Móvil
Pesa
Perdido
Probable
Problema
Mina
Misa
Fórceps
Cárcel
Cráter
Césped
dátil



3. Acentúa las siguientes palabras esdrújulas y sobreesdrújulas cuando sea necesario:

Zangano
Unisono
Hidraulico
Hipocrita
Monotono
Fabula
Esofago
Extasis
Busqueda
Pajaro
Bebanselo
Cocinaselo
Compramelo
Consultamelo
Dificilmente
Rusticamente

Veamos cómo ha ido el ejercicio anterior…

Zángano
Unísono
Hidráulico
Hipócrita
Monótono
Fábula
Esófago
Éxtasis
Búsqueda
Pájaro
Bébanselo
Cocínaselo
Cómpramelo
Consúltamelo
Difícilmente
Rústicamente

4. Coloca todos los acentos que falten en el siguiente texto:

Al quinto dia y tambien en relacion con el cordero, me fue revelado este otro secreto de la vida del principito. Me pregunto bruscamente y sin preambulo, como resultado de un problema largamente meditado en silencio:
—Si un cordero se come los arbustos, se comera tambien las flores ¿no?
—Un cordero se come todo lo que encuentra.
—¿Y tambien las flores que tienen espinas?
—Sí; tambien las flores que tienen espinas.
—Entonces, ¿para qué le sirven las espinas?
Confieso que no lo sabia. Estaba yo muy ocupado tratando de destornillar un perno demasiado apretado del motor; la averia comenzaba a parecerme cosa grave y la circunstancia de que se estuviera agotando mi provision de agua, me hacía temer lo peor.
—¿Para que sirven las espinas?
El principito no permitia nunca que se dejara sin respuesta una pregunta formulada por él. Irritado por la resistencia que me oponía el perno, le respondi lo primero que se me ocurrio:
—Las espinas no sirven para nada; son pura maldad de las flores.
—¡Oh!
Y despues de un silencio, me dijo con una especie de rencor:
—¡No te creo! Las flores son debiles. Son ingenuas. Se defienden como pueden. Se creen terribles con sus espinas…
No le respondi nada; en aquel momento me estaba diciendo a mí mismo: “Si este perno me resiste un poco más, lo hare saltar de un martillazo”. El principito me interrumpio de nuevo mis pensamientos:
—¿Tú crees que las flores…?
—¡No, no creo nada! Te he respondido cualquier cosa para que te calles. Tengo que ocuparme de cosas serias.
Me miro estupefacto.
—¡De cosas serias!
Me miraba con mi martillo en la mano, los dedos llenos de grasa e inclinado sobre algo que le parecía muy feo.
—¡Hablas como las personas mayores!
Me avergonzo un poco. Pero él, implacable, añadio:
—¡Lo confundes todo…todo lo mezclas…!
Estaba verdaderamente irritado; sacudía la cabeza, agitando al viento sus cabellos dorados.
—Conozco un planeta donde vive un señor muy colorado, que nunca ha olido una flor, ni ha mirado una estrella y que jamas ha querido a nadie. En toda su vida no ha hecho más que sumas. Y todo el día se lo pasa repitiendo como tú: “¡Yo soy un hombre serio, yo soy un hombre serio!”… Al parecer esto le llena de orgullo. Pero eso no es un hombre, ¡es un hongo!
—¿Un qué?
—Un hongo.
El principito estaba palido de colera.

Veamos cómo ha ido el ejercicio anterior…

Al quinto día y también en relación con el cordero, me fue revelado este otro secreto de la vida del principito. Me preguntó bruscamente y sin preámbulo, como resultado de un problema largamente meditado en silencio:
—Si un cordero se come los arbustos, se comerá también las flores ¿no?
—Un cordero se come todo lo que encuentra.
—¿Y también las flores que tienen espinas?
—Sí; también las flores que tienen espinas.
—Entonces, ¿para qué le sirven las espinas?
Confieso que no lo sabía. Estaba yo muy ocupado tratando de destornillar un perno demasiado apretado del motor; la avería comenzaba a parecerme cosa grave y la circunstancia de que se estuviera agotando mi provisión de agua, me hacía temer lo peor.
—¿Para qué sirven las espinas?
El principito no permitía nunca que se dejara sin respuesta una pregunta formulada por él. Irritado por la resistencia que me oponía el perno, le respondí lo primero que se me ocurrió:
—Las espinas no sirven para nada; son pura maldad de las flores.
—¡Oh!
Y después de un silencio, me dijo con una especie de rencor:
—¡No te creo! Las flores son débiles. Son ingenuas. Se defienden como pueden. Se creen terribles con sus espinas…
No le respondí nada; en aquel momento me estaba diciendo a mí mismo: “Si este perno me resiste un poco más, lo haré saltar de un martillazo”. El principito me interrumpió de nuevo mis pensamientos:
—¿Tú crees que las flores…?
—¡No, no creo nada! Te he respondido cualquier cosa para que te calles. Tengo que ocuparme de cosas serias.
Me miró estupefacto.
—¡De cosas serias!
Me miraba con mi martillo en la mano, los dedos llenos de grasa e inclinado sobre algo que le parecía muy feo.
—¡Hablas como las personas mayores!
Me avergonzó un poco. Pero él, implacable, añadió:
—¡Lo confundes todo…todo lo mezclas…!
Estaba verdaderamente irritado; sacudía la cabeza, agitando al viento sus cabellos dorados.
—Conozco un planeta donde vive un señor muy colorado, que nunca ha olido una flor, ni ha mirado una estrella y que jamás ha querido a nadie. En toda su vida no ha hecho más que sumas. Y todo el día se lo pasa repitiendo como tú: “¡Yo soy un hombre serio, yo soy un hombre serio!”… Al parecer esto le llena de orgullo. Pero eso no es un hombre, ¡es un hongo!
—¿Un qué?
—Un hongo.
El principito estaba pálido de cólera.


No hay comentarios:

Publicar un comentario