LA ACENTUACIÓN:
PRACTIQUEMOS…
1. Acentúa las siguientes palabras AGUDAS si es necesario:
Administrar
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Accion
|
Ademas
|
Alinear
|
Altitud
|
Adiccion
|
Admiracion
|
Amistad
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Animal
|
Arancel
|
Admision
|
Anis
|
Avion
|
Balcon
|
Bebe
|
Ascensor
|
Astral
|
Atril
|
Azul
|
Bailar
|
Boton
|
Cafe
|
Cajon
|
Calzon
|
Camaron
|
Camion
|
Barbaridad
|
Bedel
|
Beldad
|
Bondad
|
Borrador
|
ahi
|
esqui
|
mama
|
maniqui
|
puntapie
|
porque
|
rubi
|
sudi
|
Adios
|
aguarras
|
compas
|
cortes
|
Paris
|
Veintiseis
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Veamos cómo ha ido el ejercicio anterior…
Administrar
|
Acción
|
Además
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Alinear
|
Altitud
|
Adicción
|
Admiración
|
Amistad
|
Animal
|
Arancel
|
Admisión
|
Anís
|
Avión
|
Balcón
|
Bebe
|
Ascensor
|
Astral
|
Atril
|
Azul
|
Bailar
|
Botón
|
Café
|
Cajón
|
Calzón
|
Camarón
|
Camión
|
Barbaridad
|
Bedel
|
Beldad
|
Bondad
|
Borrador
|
ahí
|
esquí
|
mama
|
Maniquí
|
Puntapié
|
porque
|
rubí
|
saudí
|
Adiós
|
aguarrás
|
compas
|
cortes
|
Paris
|
Veintiséis
|
2. Acentúa las siguientes palabras llanas cuando sea
necesario:
Antes
|
Vitales
|
Agil
|
Triceps
|
Ambar
|
Trebol
|
Tactil
|
Antes
|
Archivo
|
Virus
|
Trato
|
Base
|
Tortilla
|
Aspid
|
Azucar
|
Biceps
|
Simil
|
Record
|
Movil
|
Pesa
|
Perdido
|
Probable
|
Problema
|
Mina
|
Misa
|
Forceps
|
Carcel
|
Crater
|
Cesped
|
datil
|
Veamos cómo ha ido el ejercicio anterior…
Antes
|
Vitales
|
Ágil
|
Tríceps
|
ámbar
|
Trébol
|
Táctil
|
Antes
|
Archivo
|
Virus
|
Trato
|
Base
|
Tortilla
|
Áspid
|
Azúcar
|
Bíceps
|
Símil
|
Record
|
Móvil
|
Pesa
|
Perdido
|
Probable
|
Problema
|
Mina
|
Misa
|
Fórceps
|
Cárcel
|
Cráter
|
Césped
|
dátil
|
3. Acentúa las siguientes palabras esdrújulas y
sobreesdrújulas cuando sea necesario:
Zangano
|
Unisono
|
Hidraulico
|
Hipocrita
|
Monotono
|
Fabula
|
Esofago
|
Extasis
|
Busqueda
|
Pajaro
|
Bebanselo
|
Cocinaselo
|
Compramelo
|
Consultamelo
|
Dificilmente
|
Rusticamente
|
Veamos cómo ha ido el ejercicio anterior…
Zángano
|
Unísono
|
Hidráulico
|
Hipócrita
|
Monótono
|
Fábula
|
Esófago
|
Éxtasis
|
Búsqueda
|
Pájaro
|
Bébanselo
|
Cocínaselo
|
Cómpramelo
|
Consúltamelo
|
Difícilmente
|
Rústicamente
|
4. Coloca todos los acentos que falten en el siguiente
texto:
Al quinto dia y tambien en relacion con el cordero, me fue
revelado este otro secreto de la vida del principito. Me pregunto
bruscamente y sin preambulo, como resultado de un problema
largamente meditado en silencio:
—Si un cordero se come los arbustos, se comera tambien las flores ¿no? —Un cordero se come todo lo que encuentra. —¿Y tambien las flores que tienen espinas? —Sí; tambien las flores que tienen espinas. —Entonces, ¿para qué le sirven las espinas? Confieso que no lo sabia. Estaba yo muy ocupado tratando de destornillar un perno demasiado apretado del motor; la averia comenzaba a parecerme cosa grave y la circunstancia de que se estuviera agotando mi provision de agua, me hacía temer lo peor. —¿Para que sirven las espinas? El principito no permitia nunca que se dejara sin respuesta una pregunta formulada por él. Irritado por la resistencia que me oponía el perno, le respondi lo primero que se me ocurrio: —Las espinas no sirven para nada; son pura maldad de las flores. —¡Oh! Y despues de un silencio, me dijo con una especie de rencor: —¡No te creo! Las flores son debiles. Son ingenuas. Se defienden como pueden. Se creen terribles con sus espinas… No le respondi nada; en aquel momento me estaba diciendo a mí mismo: “Si este perno me resiste un poco más, lo hare saltar de un martillazo”. El principito me interrumpio de nuevo mis pensamientos: —¿Tú crees que las flores…? —¡No, no creo nada! Te he respondido cualquier cosa para que te calles. Tengo que ocuparme de cosas serias. Me miro estupefacto. —¡De cosas serias! Me miraba con mi martillo en la mano, los dedos llenos de grasa e inclinado sobre algo que le parecía muy feo. —¡Hablas como las personas mayores! Me avergonzo un poco. Pero él, implacable, añadio: —¡Lo confundes todo…todo lo mezclas…! Estaba verdaderamente irritado; sacudía la cabeza, agitando al viento sus cabellos dorados. —Conozco un planeta donde vive un señor muy colorado, que nunca ha olido una flor, ni ha mirado una estrella y que jamas ha querido a nadie. En toda su vida no ha hecho más que sumas. Y todo el día se lo pasa repitiendo como tú: “¡Yo soy un hombre serio, yo soy un hombre serio!”… Al parecer esto le llena de orgullo. Pero eso no es un hombre, ¡es un hongo! —¿Un qué? —Un hongo. El principito estaba palido de colera. |
Veamos cómo ha ido el ejercicio anterior…
Al quinto día y también en relación con el cordero, me fue
revelado este otro secreto de la vida del principito. Me preguntó
bruscamente y sin preámbulo, como resultado de un problema
largamente meditado en silencio:
—Si un cordero se come los arbustos, se comerá también las flores ¿no? —Un cordero se come todo lo que encuentra. —¿Y también las flores que tienen espinas? —Sí; también las flores que tienen espinas. —Entonces, ¿para qué le sirven las espinas? Confieso que no lo sabía. Estaba yo muy ocupado tratando de destornillar un perno demasiado apretado del motor; la avería comenzaba a parecerme cosa grave y la circunstancia de que se estuviera agotando mi provisión de agua, me hacía temer lo peor. —¿Para qué sirven las espinas? El principito no permitía nunca que se dejara sin respuesta una pregunta formulada por él. Irritado por la resistencia que me oponía el perno, le respondí lo primero que se me ocurrió: —Las espinas no sirven para nada; son pura maldad de las flores. —¡Oh! Y después de un silencio, me dijo con una especie de rencor: —¡No te creo! Las flores son débiles. Son ingenuas. Se defienden como pueden. Se creen terribles con sus espinas… No le respondí nada; en aquel momento me estaba diciendo a mí mismo: “Si este perno me resiste un poco más, lo haré saltar de un martillazo”. El principito me interrumpió de nuevo mis pensamientos: —¿Tú crees que las flores…? —¡No, no creo nada! Te he respondido cualquier cosa para que te calles. Tengo que ocuparme de cosas serias. Me miró estupefacto. —¡De cosas serias! Me miraba con mi martillo en la mano, los dedos llenos de grasa e inclinado sobre algo que le parecía muy feo. —¡Hablas como las personas mayores! Me avergonzó un poco. Pero él, implacable, añadió: —¡Lo confundes todo…todo lo mezclas…! Estaba verdaderamente irritado; sacudía la cabeza, agitando al viento sus cabellos dorados. —Conozco un planeta donde vive un señor muy colorado, que nunca ha olido una flor, ni ha mirado una estrella y que jamás ha querido a nadie. En toda su vida no ha hecho más que sumas. Y todo el día se lo pasa repitiendo como tú: “¡Yo soy un hombre serio, yo soy un hombre serio!”… Al parecer esto le llena de orgullo. Pero eso no es un hombre, ¡es un hongo! —¿Un qué? —Un hongo. El principito estaba pálido de cólera. |
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